Alma de Película: Señorita J




Sinopsis:
Mademoiselle de Joncquières  (en español, Señorita J) es un drama romántico francés, escrito y dirigido por Emmanuel Mouret, estrenada en 2018. En la Francia del siglo XVIII. Madame de La Pommeraye, una joven y bella viuda, que se enorgullece de no haber estado enamorada, termina cediendo a los avances del marqués de Arcis, un libertino conquistador, que la corteja fervorosamente, para después de algunos años felices, reconocer que se ha cansado de ella poco a poco. Ella, al descubrirlo, decide adelantársele y romper la relación, fingiendo una sincera y cercana amistad, pero en realidad se halla tan lastimada y herida en su orgullo, que decide se vengarse humillando al marqués. Para ello orquesta una puesta en escena que lo lleva a casarse con Mademoiselle de Joncquières, de quien él se ha enamorado perdidamente gracias al ardid de  la Madame, desconociendo que la joven de quien se ha enamorado es en realidad una prostituta, llevada a la mala vida a raíz de un engaño del esposo de la madre.

Reparto principal:
Cécile de France: Madame de La Pommeraye
Édouard Baer: Marqués de Arcis
Alice Isaaz: Mademoiselle de Joncquières
Natalia Dontcheva: madre de Madame de Joncquières
Laure Calamy: Lucienne, amiga de Madame de La Pommeraye

Datos Generales:
País: Francia
Año: 2018
Género: Drama Romance
Duración: 109 minutos
Idioma(s): Francés

Comentario:
Una calurosa tarde de noviembre me topé con esta magnifica cinta en Netflix. La he disfrutado casi por completo (casi, por que el primer aire feminista que parecía llevar la protagonista se pierde al final) pero cuenta con una historia divertida, un elenco muy certero y una bella fotografía. La música, el vestuario y toda la atmósfera que otorgan los escenarios utilizados, detallista y minuciosos, resultan deliciosos. La he visto en su idioma original, con subtítulos, y el efecto resulta aun mejor. Te transporta a la época y la vida de sus protagonistas. Liviana y agradable. Muy recomendada.



Mi puntuación: 

¡No olvides contarme si ya a has visto!


Romances del Alma: Y entonces el la besó, de Laura Lee Guhrkhe.



Argumento:
Ambientada en el Londres de 1893, relata la historia de una atípica y voluntariosa señorita llamada Emma Dove, quien lleva cinco años ejerciendo el cargo de secretaria del escandaloso Vizconde Harrison-Harry- Marlowe.
Él carga con una bullada vida, que lo ha tenido en el ojo del chismorreo local durante mucho tiempo: Su matrimonio y posterior divorcio con una americana primero, y luego la compra de un periódico de baja calidad y el hecho de que decidiera trabajar en él como editor, realizando infames publicaciones en contra de la institución del matrimonio, para, además, tomar la avezada decisión de contratar a una jovencita como secretaria, lo han convertido en el foco de los murmullos de la alta sociedad.
Ella es una joven sensible, de principios firmes y estrictas convicciones morales, y una abnegada trabajadora, que pronto se convierte en indispensable en la vida del Vizconde: Su eficiencia y responsabilidad, la llevan a encargarse incluso de escoger los regalos para su familia o examantes despechadas. Su apariencia sencilla y templada, la lleva a cumplir sin rechistar las más extravagantes tareas que su jefe le solicita, pero su corazón guarda un sueño: Publicar un libro de buenas conductas. Su jefe, el Vizconde, hasta ahora ha rechazado todas las propuestas de escritos que ella le ha entregado, pero tras súplicas e intentos, ella se percata de que nunca los ha leído. Furiosa, y herida, toma la decisión de cumplir su sueño a como dé lugar: Renuncia a su trabajo y, solicita empleo en el periódico de la competencia. El rival de Marlowe, dueño del otro periódico, le otorga amplias facultades, e incluso le permite encargarse de la redacción de una columna semanal sobre buenas maneras y consejos. Al enterarse del ímpetu de su secretaria, Harry, furioso, se empecina en acosarla para convencerla de que regrese a su puesto de secretaria, lo que llevará a un cambio total en la relación entre ambos, y desencadenará finalmente un apasionado romance.

Mi opinión:
Se trata de la primera entrega de la saga “Las chicas de Little Russell” o “Solteronas” y una de las mejores de la autora. No sólo es una novela amena y ágil, sino que también cuenta con grandes escenas divertidas y románticas. La trama es sencilla y cercana, pero mantiene como hilo de fondo una clara crítica a la desmejorada situación de las mujeres en la sociedad de la época, y un rechazo a la presión social sobre sus miembros. Los personajes llevan construcciones coherentes, siendo Harry el que guía poco a poca una aceptación de parte de Emma de atributos que ocultaba su personalidad. Cabe señalar la particularidad que representa el Vizconde, ya que se trata de un Lord bastante atípico: rechaza los estándares de su sociedad, gusta de trabajar y rechaza la condición de inferioridad que su tiempo le ha dado a las mujeres. La relación entre los protagonistas resulta dulce y conmovedora. Se acercan con romanticismo y evoluciona con naturalidad, sin giros forzados ni pérdidas de coherencia con los personajes.
Es divertida, rápida y muy romántica. Y algo que personalmente me agrada en los romances históricos, es la primera de una saga de 4. Totalmente. Recomendable.


Mi puntuación:                                        

¿Como comencé a escribir?


Al nacer la idea de preparar un blog, me planteé un pequeño desafío: Preparar una entrada en la que  recordar el camino que recorrí al desarrollar la pasión por escribir. Con aquél objetivo en mente es que me obligué a recordar de dónde ha nacido este instinto por imaginar e inventar mundos y personajes. Poco a poco, imágenes llegaron a mi memoria: De niña, incluso antes de saber leer, podía pasar tardes jugando con mis barbies, inventando los más intrincados culebrones para sus vidas. Así lo hacía también con cualquier otro juguete o artículo a mi disposición. Luego recordé que siempre felicitaron mi habilidad para estar bien quieta y tranquila. Si alguien me pedía que esperase en un lugar, bien podía hacerlo sin que por ello me aburriese: mi mente era la que estaba trabajando, creando entusiasmada alguna historia.
Resultó un trabajo interesante repasar mi vida desde un nuevo prisma, como si relatase la historia de un escritor y no de una joven, como había hecho hasta ahora. Me hallaba en ello, apuntando anécdotas en las que nunca había reparado al recordar mi infancia, cuando una imagen se coló entre mis pensamientos. Si cierro los ojos puedo recordar el escritorio del departamento en que vivían mis abuelos. La lela, como le decíamos, se hallaba de pie, con una mano en el pomo de bronce. Es como si aun la viera allí, con su pelo corto y cano, sus lentes redondos de grueso marco marrón, y una sonrisa torcida en el rostro.
-Ya, ven para acá-me llamó, con voz divertida, mientras yo pasaba cantando por fuera-. Me dijo tu mamá que aprendiste a escribir este año en el colegio.
Yo, contenta, entré tras ella, sintiéndome increíblemente grande por ganar ese derecho. Se trataba de una habitación pequeña, que contenía un escritorio para el enorme computador de la época, un par de sillas, y una ventana que se mantenía abierta con frecuencia, ya que acostumbraban los abuelos a fumar mientras trabajaban allí dentro. Para entrar, hasta entones podía hacerlo únicamente si alguno de los adultos de la casa me acompañaba, y ciertamente no era un trabajo tan sencillo ya que normalmente mis tíos y abuelos se hallaban ocupados.
-Vas a escribir un cuento-me dijo. Me enseñó a usar Word, un buen rato y al verse satisfecha, me dejó allí, cerrando la puerta tras de sí.
Por un rato el ruido de los autobuses de la calle me distrajo, pero no me moví. Escribí un cuento, de un par de planas. No me agradó mucho, pero en cuanto hube terminado ella regresó. Me enseñó a corregirlo. Dijo que no le había gustado mucho y me encomendó escribir otro mejor. No fue agradable que lo criticara, pero a la vez, fue mi primera mala reseña. Escribí otro, muy diferente. Cuando llegó yo ya lo estaba corrigiendo. Le pareció mejor. Lo imprimió y lo repartió entre los miembros de la familia que ya se reunían para la cena.
Aquella fue mi primera incursión en el mundo de la escritura. Y también, la primera vez que ofrecí a un público reducido el resultado de mi experimento. No pensaba nunca volver a hacerlo. Por años, escribí en mis diarios de vida, libretas y cuadernos que guardaba bajo la ama, avergonzada de que alguien pudiera leer el resultado de mi imaginación. Así fue hasta que, ya adolescente, descubrí Harry Potter y el mundo de los fanfics. Comencé a incursionar en este tipo de escritura. Hasta el día de hoy, me declaro una fan absoluta. Independiente del género. Sólo el escribir a diario, con insistencia y dedicación, fueron forjando un estilo y una voz narrativa en mí, sin que apenas lo notara. A mis 16 años, ya escribía en cada libreta, cuaderno o papel que tuviese entre mis manos. Fuera un pequeño cuento, un bosquejo de una historia o un relato breve y corto sin mayor desarrollo. Mi profesora de Lenguaje de aquella época, la única que revisaba alguno de estas historias y solo cuando llevasen relación con el trabajo de clases, me invitó a enviar un cuento a un concurso, que resultó ganador. Continué escribiendo, para mí y para concursos durante la época escolar. Mi familia, orgullosa, pensó que sería el camino que seguiría toda la vida. Y no lo fue. Estudié Derecho, fui madre y olvidé, por mucho tiempo, mi pasión por escribir. No tenía tiempo, ni tampoco sentía la inspiración, salvo alguna vez, en una noche de insomnio, acababa tomando una vieja libreta y escribiendo con febril frenesí unas líneas, que necesitaba sacarlas de mí.
Hace unos años, mi abuela falleció. Además del enorme dolor que su pérdida me trajo, también recibí con ello un pequeño regalo: Mi padre encontró entre sus archivos, guardados los dos cuentos que hubiera escrito de niña y me los envió. No volví a escribir en ese momento tampoco. Fue antes de terminar la universidad, que una muy querida amiga me habló de Wattpad. Probándolo, terminé creando la que llegaría a ser mi primera novela terminada. Pero fue con temor, con vergüenza. Siendo una amante de la lectura, jamás esperaría alcanzar el nivel de los grandes autores que he leído a lo largo de mi vida, pero ello no puede ser motivo para no escribir, y mucho menos de no mostrar lo que haces: Me apasiona, me hace feliz, y compartirlo con ustedes, mis queridas lectoras, saber que les alegra o les entusiasma tanto como a mí, han sido suficiente motivo para olvidar la vergüenza de antaño y decidirme a escribir, y permitir que mis escritos sean leídos. Aquellos cuentos que motivó mi abuela son verdaderamente terribles. Escritos por una niña de apenas 6 años, era de esperarse. Quiero creer que he mejorado considerablemente desde entonces, y cada día algo más. No podemos dejar que la vergüenza esconda nuestros sueños, nuestra pasión, nuestros dones. 
¿Cuántas joyas perdidas de la literatura se perderán para siempre si no las muestras?