Alma te cuenta, datos y +: Sobre el ridículo.




¿Has leído ya La Perfecta? Bueno, pues si es así, habrás notado que Tía Maddie ha perdido el suyo en una noche de fiesta (no entraremos en detalles, para no spoilear a quienes aún no la han leído). Causa bastante alboroto, de hecho y lo busca con ahínco. Pues seguramente te habrás preguntado qué es aquello que buscaba tía Maddie y por qué Honoria deja todo lo que está haciendo por ir a buscarlo. Pues bien, hoy te contaré sobre éste artículo infaltable en el atuendo de una dama victoriana, ya que desde que fue publicado este capítulo de La Perfecta han surgido muchas dudas al respecto. 
Ridículo de seda con motivos forales
En primer lugar, y para que nos contextualicemos, “Ridículo” es el nombre dado a un pequeño bolso de mano empleado en el atuendo femenino desde finales del siglo XVIII. Su nombre no proviene de que se considerase estúpido usarlo o que su diminuto tamaño se le considerase divertido, si no que nace de su forma de elaboración: en red (reticulum, en latín). Podemos decir que se trata de el verdadero antecesor del bolso o cartera, tal y como lo conocemos hoy.
Moda imperio
La necesidad de cargar con las cosas personales en una bolsa o bolsita fuera del vestido proviene directamente de la moda de vestir que se impone en la Europa de fines de siglo XVIII. A fines de 1800 la moda imperante apunta a un “retorno a la naturalidad”, haciendo que los vestidos de las damas intenten evocar las túnicas griegas y romanas de la antigüedad clásica, haciendo con ello que las mujeres vistan con ropajes más sencillos, con muchos menos capas de tela y más apegados al cuerpo que durante los 200 años anteriores. Este cambio acaba abruptamente con la costumbre, utilizada hasta entonces por las señoras, de esconder sus pertenencias en bolsillos internos de sus ropajes, ocultos entre los pliegues de sus abultadas faldas.
Nace así, la necesidad de transportar sus preciados tesoros en algún artilugio, lo cual al menos para mí, es una necesidad absolutamente razonable y real. Yo misma no puedo salir a la calle sin llevar un bolso o cartera en el que cargar con los artículos más esenciales… o menos esenciales. Así, sin mayor alternativa para cargar sus artículos, las damas se vieron obligadas a llevar, colgadas de la muñeca o la cintura, una delicada bolsita. Como veremos, el ridículo cumplía con una función esencial.

Dama con ridículo en forma
de concha marina
Ridículo a crochet 
Pero no pensarán que se trataba simplemente de bolsitas amarradas a la muñeca, ¿verdad? Por supuesto, como cada artículo del vestuario de una dama, el ridículo debía servir para ornamentar su atuendo y lucir a su portadora. Elaborados en tela, solían hacerse de crochet o punto, y eran fabricados por las mismas damas, lo que resulta una característica esencial.  Podían ser bordados y muy decorados y estaban sujetos por largas asas de cintas al talle o a la muñeca. Existían de variadas formas, ya que en ellos se vería la creatividad de su creadora, llegando a tener formas tan curiosas como las de una piña (popularizado por la emperatriz francesa Josefina, esposa de Napoleón) o de una banana.
En sus versiones más refinadas, los ridículos se confeccionaban en terciopelo, satén o seda a juego con el vestido que se llevase. El trabajo de bordado y la decoración era, además, un indicador del poder adquisitivo de la familia a la que la joven pertenecía. Los trabajos de cuentas tenían tal valor, que a comienzos de 1800, los patrones eran secretos celosamente guardados que pasaban de generación en generación. La flora y la fauna, las figuras románticas y las escenas pastorales se incluían entre sus temas más comunes.
Ridículo octagonal
Estos bolsitos alcanzaron tal nivel de popularidad que en un boletín de 1808 se afirmaba férreamente que “ninguna mujer a la moda aparecía en público sin un ridículo que contenía un pañuelo, un abanico, un bote con esencia y dinero fiduciario”. E incluso, dos años antes, se comentaba que durante el curso de un famoso juicio (a Lord Melville, el último impugnado en Reino Unido por malversación de dinero público), se podía ver a las mujeres sacando pequeños sándwiches de sus bolsitas para saciar el apetito en el tribunal.
La fama del ridículo duró aproximadamente entre 1795 y 1820, aunque se prolongó varios años en el siglo XIX y coincidió de pleno con la publicación de las obras literarias de Jane Austen.
Varias de sus novelas incluyen descripciones de este accesorio, como por ejemplo en el capítulo octavo de Orgullo y prejuicio, donde Charles Bingley hace alusión a la capacidad de todas las jovencitas de saber “pintar, forrar biombos y hacer bolsitas de malla”. E incluso, pueden verse ridículos hasta bien avanzado el siglo XIX, como muestran vestuarios de películas como ‘Jane Eyre’.
Ridículo en tela, con bordados
Publicación de la época sobre el ridículo
Saber fabricar uno de estos bolsitos se convirtió en una habilidad obligatoria a desarrollar por las jóvenes de la época, llegando a encontrarse en libros o guías para señoritas donde se incluyen instrucciones paso a paso para coser un ridículo en diferentes formas, del ‘melón’ a las puntas lanceoladas.También, durante la revolución industrial, se fabricaron muchos diseños nuevos de ridículos gracias a la aparición de nuevas técnicas y materiales de fabricación. Con el tiempo, al cierre de cuerdas que caracterizó al ridículo se le añadió uno en metálico, como el de los monederos, que influiría en los bolsos de mano de décadas posteriores. Otra variedad del ridículo era el stocking purse o miser purse, con forma tubular y una zona de apertura central. Era muy común coserlos para regalo, con dos anillas que servían para asegurar y separar lo que contenía cada uno de los extremos.
Ridículo priamidal
¡Y eso no es todo! Lejos de ser un accesorio aparentemente superficial, el ridículo también se utilizó con fines políticos: En el museo Victoria & Albert de Londres puede encontrarse un ejemplar impreso con una mujer negra esclava dando el pecho a su hijo, un motivo de intención abolicionista que utilizó la Female Society for Birmingham, creada en 1825, en su campaña para poner fin a la esclavitud. Se presentaron este tipo de bolsos ante el rey Jorge IV de Inglaterra, la princesa Victoria y otros aristócratas y políticos de renombre. Aunque las imágenes de los ridículos animaban a unirse a la mejora de la situación de la mujer esclava, “a largo plazo eran estereotipos pasivos que suponían un detrimento en la lucha contra el racismo”, explican desde el museo.
Marcas famosas de bolsos
A partir de entonces y hasta nuestros días, el bolso ha sido un complemento esencial del vestuario femenino. Su forma y diseño varían de acuerdo a las necesidades de lo que deben transportar en cada época y a merced de los vaivenes de la estética del momento.
Con el paso de los años, y aun cuando reaparece el bolsillo en su vestimenta, la mujer no deja de usarlos: El bolso ya es parte de la moda. Desde el bolso emblema de la casa Chanel hasta la Birkin Bag de la casa Hermès (con precios sobre los 44.000 dólares, y para cuya adquisición los clientes deben de anotarse en una “lista de espera”), este complemento femenino se ha convertido también en objeto de lujo, pero sin lugar a dudas, esencial en la vestimenta diaria de una mujer.
Particularmente, a mi me encantan los bolsos en general, y me agrada mucho la idea de usar los ridículos: bolsos de mano, de pequeño tamaño, artesanales y que podamos regalarnos las unas a las otras, ¡Me encanta! Además, me resulta un infaltable total para salir a la calle. 
Aún así, como buena escritora, podría usar un ridículo solo para fiestas o ir de compras, ya que el resto del tiempo debo salir con bolsos enormes en el que quepan infinidad de cuadernos, lápices y la computadora.
De este tamaño, más o menos.

¿Y a ti, que tipo de bolso te gusta más llevar? ¡Cuéntanos!

¿Comprendes ahora por qué Maddie buscaba con tanta angustia su ridículo?

¡Yo me muero si pierdo mi bolso!


¡Nos leemos!

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